Una ensalada de nochebuena, ni dulce, ni salada, ni ácida, ni amarga.Eso decían en Tabasco cuando los argentinos contaban que en la mesa familiar del 24 había como seis países y tres continentes repartidos en las fuentes y bandejas.
¿Por qué este origen? ¿Por qué un abuelo y otro y otro, todos opuestos en idiomas y costumbres y credos?
¿Y si no hubiesen subido al mismo barcoSin idioma en común ni casi nada? ¿quién conoció a quién, quién se murió primero pero conociendo a quien se murió después y sin conocer ni saber quién estuvo tanto tiempo a su lado?¿Y nuestras madres? ¿habrán entendido algo de lo misterioso de su origen?De ello parecían orgullosas y siempre alguien se preguntará sobre el origen de ese orgullo. Tal vez fue la carencia; la ausencia que marcó presencia. Y luego uno aquí, y luego uno allá en la costa caliente del golfo, muchos años, mucho tiempo para pensar los porqués y la extrañeza.Por qué tanto temblar y la piel de gallina cuando me senté a descansar en el abrupto costado de piedra de la tumba de Pakal´Ná en Palenque. Me perdí por un buen rato. Cuando me tocaron el hombro para avisar" nos vamos a comer”, sentí muy firme que de golpe regresé y que había venido a visitar un lugar que extrañaba. Seguro, seguro sentí que ya había estado allí y por mucho tiempo. Me asombró la sensación de certeza. ¿Cómo había ido a parar ahí? Rápido enumeré una infinidad de actos que habrían tenido que hilvanarse y hasta fruncirse para que llegue a Palenque y no me asombre de los templos ni de los frisos, y sí me extrañe, pero solo por lo inesperado de esa sensación. Bajé para el almuerzo pensando " ahora sí que sabemos menos que nunca del origen y menos aún si seríamos capaces de reconocer un reencuentro o un final”.