jueves, 27 de noviembre de 2008

Oriel Angel Visintini Simon

Extrañamiento

Una ensalada de nochebuena, ni dulce, ni salada, ni ácida, ni amarga.Eso decían en Tabasco cuando los argentinos contaban que en la mesa familiar del 24 había como seis países y tres continentes repartidos en las fuentes y bandejas.

¿Por qué este origen? ¿Por qué un abuelo y otro y otro, todos opuestos en idiomas y costumbres y credos?

¿Y si no hubiesen subido al mismo barcoSin idioma en común ni casi nada? ¿quién conoció a quién, quién se murió primero pero conociendo a quien se murió después y sin conocer ni saber quién estuvo tanto tiempo a su lado?¿Y nuestras madres? ¿habrán entendido algo de lo misterioso de su origen?De ello parecían orgullosas y siempre alguien se preguntará sobre el origen de ese orgullo. Tal vez fue la carencia; la ausencia que marcó presencia. Y luego uno aquí, y luego uno allá en la costa caliente del golfo, muchos años, mucho tiempo para pensar los porqués y la extrañeza.Por qué tanto temblar y la piel de gallina cuando me senté a descansar en el abrupto costado de piedra de la tumba de Pakal´Ná en Palenque. Me perdí por un buen rato. Cuando me tocaron el hombro para avisar" nos vamos a comer”, sentí muy firme que de golpe regresé y que había venido a visitar un lugar que extrañaba. Seguro, seguro sentí que ya había estado allí y por mucho tiempo. Me asombró la sensación de certeza. ¿Cómo había ido a parar ahí? Rápido enumeré una infinidad de actos que habrían tenido que hilvanarse y hasta fruncirse para que llegue a Palenque y no me asombre de los templos ni de los frisos, y sí me extrañe, pero solo por lo inesperado de esa sensación. Bajé para el almuerzo pensando " ahora sí que sabemos menos que nunca del origen y menos aún si seríamos capaces de reconocer un reencuentro o un final”.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Juan José García

Me senté en el atardecer que te busca
Me nublé esperando indicios de tu muerte
Asesina ante mi vida
De mis sueños
De mis ganas de olvidarte para siempre.
Sos frontera en territorios de memorias
Un sabor que ya no está más a mi lado.
Mil entierros me legaron este oficio
De barrendero por las calles del pasado
Y aunque puedo
Ya no me detengo en cada bar
Para escucharte decir:
“Señores, la noche se metió en nuestro futuro”

martes, 18 de noviembre de 2008

Conrado Nuñez



Escribir un poema


Escribir un poema

escribirlo de una

de a dos

de a tres

en masa

pero escribirlo y que se entienda

no escribirlo por terror al olvido

no escribirlo por amor a la nada

ni por marchitaciones del hambre

ni por miserabilidad

ni mucho menos por ternura

por floridismo altisonante

por alaciones de almas que tocan la barriga de dios

y se creen diosas / entelequias

búnkeres floridos de perlas

franciabundo ámbito de los narices parada


Escribirlo porque sí

o / ¿por qué no?

o porque mucho sobra en la boca

o porque suena un grillo en la puerta

pero escribirlo y quererlo

y sentarlo en la cuna y acostarlo

y acompañarlo al jardín

y remendarle la bolsa

y emparcharle los pantalones gastados

y sopapearle el orgullo para que aprenda

y azotarlo a martinfierrazos para que entienda

y refrendarle las actas de muerte y nacimiento

y solventarle los gastos de imprenta

lunes, 17 de noviembre de 2008

Andrés Ugueruaga

Sueño de un Páramo

Baja un sueño como la brisa sobre la arena
Ese lugar es el sitio inhóspito al cual nadie llega:
Es el final de un suspiro
Los días que ya no son tales.
Sin soles ni lunas un hombre avanza.
En las calles de Comala lo recuerdan
como ese que nada dio, como quien nada tenía
para regar estas tierras.
Dicen que lo recuerdan como ancestro,
como creador de un páramo
En el cual lo único que crece son las sombras,
los silencios, el vacío de una trama por hacer.
Los tiempos, las nostalgias,
Son el mineral que alimenta este espacio,
Son las visiones en las que nada se ve.
Los pasos por un sendero formado de desiertos y sombras.
Sólo él, arena amarilla y el cielo azul.
Son dos mares y un páramo,
Meciéndose entre las sabanas en donde duerme un niño.
En ese sueño hay un libro futuro por leer, hay una postal
Hay una sensación de extender la vista al horizonte.
Esto es un evento futuro
Un recuerdo que no se cansa de serlo.
Unas manos tenían que transcribir una región,
un hombre al borde del camino, donde la vida ya no lo es.
Tenia que hacerlo.
Pero a lo sumo son palabras, a lo sumo descripciones
De un hecho verosímil.
Tanto como lo es un páramo
Un vaso vacío
Un dibujo borroneado por una duda,
Como un sendero desfigurado por el viento.

María Marcela Godoy

Detrás de las cortinas azules, la puerta

- Si abro la puerta que se oculta detrás de las gruesas cortinas azules sé que no podré volver hacia atrás. ¿Cómo llegué a este momento? ¿Cómo se puede estar tan sola frente al hecho más significativo y que definirá un pasaje entre el antes y el después?-

La casa se construyó en un barrio de obreros, no le faltaba nada y fue para ser habitada por toda la familia. Entrábamos cómodamente (mamá y yo) y deambulaba por ella indagando cada rincón que a mis ojos se aparecía como misterioso y único. Mi mamá estaba sola…. ¿y mi papá? Había desaparecido de nuestras vidas sin dejar rastro alguno y nunca pude saber la verdad de tanta ausencia.
Durante el día las calles eran vigiladas a destajo por gente, que a mi ingenuo modo de ver, no generaba confianza alguna, pero sí un molesto escozor en el cuerpo de mamá.
- ¿Qué mirás, Alicia?
- Nada, mamá… nada - mentía casi avergonzadamente al ser descubierta.
- ¡Mejor! No los mires, no los mires… ¡por favor…!
El temor de mamá resultaba incomprensible. Claro, yo apenas contaba con ocho años. ¿De qué temor iba a hablar? si mi cabeza se inundaba de juegos, cuentos, princesas propios de la infancia que transitaba. Mientras caminábamos, mamá apretaba casi dolorosamente mi mano. Y seguíamos caminando por la ciudad. Una ciudad en la cual algunas mujeres giraban alrededor de una plaza llevando pañuelos blancos sobre sus cabezas. ¡Qué rara forma de jugar!! ¡Qué tontera!
Por la noche cenamos silenciosas. Mamá me tomó de la mano e hicimos unos rezos que yo intentaba guardar repitiendo casi como un eco cada una de las palabras pronunciadas. Luego, todo quedó limpio sobre la mesa.
El silencio se rompió y desde afuera llegaron a nuestros oídos los frenos de los autos, las corridas callejeras, las voces de “alto” “alto o disparo”. Apagamos las luces y mamá me dijo:- Silencio Alicia, silencio.
- ¿Y si golpean?- le pregunté por lo bajo.
-¡No abriremos! Se cansarán y se irán.
- ¿Quiénes?- y esta vez no hubo respuesta.
Tengo la sensación que los acontecimientos se fueron precipitando.
María, así se llamaba mi mamá, me tomó de la mano y me mostró: -Alicia, ¿ves aquellas cortinas azules? Detrás de ellas hay una puerta. No lo olvides nunca.
Yo la escuché con atención e imaginé un túnel oscuro, vacío y temeroso. ¿Una puerta oculta detrás de unas cortinas azules? ¿Será como el hueco por el cual cayó Alicia?
- ¡Alicia!- volvió a pronunciar mi nombre. – Si algún día no vuelvo o vienen por mí abrirás –sin descorrer las cortinas- la puerta y por ella saldrás con esta carta en la mano y se la entregarás a la abuela Elsa en su casa.
¿Será que papá se habrá ido por esa puerta? ¿Habrá sido el primero en abrirla?
No pude dormir por varios días. No me animaba a romper ese silencio que mamá tanto mantenía. Yo aún recuerdo a papá. Cuando llegaba de trabajar, de repartir volantes o mantener largas reuniones no sé donde, me sentaba sobre sus rodillas y me decía “Alicita”, “mi Alicia del país de las maravillas”. Y me acunaba…
Hoy mamá no regresó. Temprano vi como su joven figura partía para el comedor del barrio en el cual vivimos. Un barrio de casitas sencillas, olorosas de pan casero y leña al rojo vivo. La vi salir sin prisa. No quise que se diera cuenta que ya estaba yo despierta. Las horas pasaron y cayó la noche. Escuché corridas, gritos de “alto o disparo”, “suban…” y unas palabrotas oscuras.
¿Qué hubiese hecho Alicia? Alicia, la del país de las maravillas.
-¡Tonta! ¿Qué hago yo? Yo soy Alicia y este país nada tiene de maravillas. No hay Reina de Corazones, ni lacayos, ni liebres… No hay aventuras… no hay magia…
Estoy frente a las cortinas azules, es el momento. La abro y aprieto fuertemente el sobre con la carta de mamá. La puerta se abrió y se cerró. No hubo vuelta atrás para esta niña sola.

Acompañé a la abuela Elsa a girar alrededor de la plaza. Ella lleva un pañuelo blanco y yo giro con ella en silencio. Un silencio que duele y que tal vez algún día entenderé.